La historia de los principios universales del Derecho y de los Derechos Humanos, no es ajena a la lucha social y violaciones a las libertades más elementales. Uno de los más trascendentales derechos es el de la LIBERTAD, que pese a ser el pilar del desarrollo humano, ha sido uno de los más golpeados y ultrajados a en todas lás épocas.
Ya entrado el siglo 21, luego de dos guerras mundiales, Guerra Fría, y un sinnúmero de conflectos, la humanidad daba muestras de haber aprendidos lecciones dolorosas. La comunidad internacional promovía la vigencia de los derechos, y sobre todo los de la vida, la salud y la libertad.
La oproviosa consulta popular del 2011, fue un duro golpe a los derechos más fundamentales. Entre una serie de preguntas políticas, si incluyó una que buscó prohibir la fiesta de los toros en el país. La mera pregunta era una aberración jurídica, técnica y filosófica.
Se preguntó al pueblo ecuatoriano decida sobre las corridas de toros en su cantón. Los sufridores amargados y acomplejados que la propulsaron, cayeron en el primer error técnico jurídico. No solo hay cantones, pues en el caso de Quito, es Distrito Metropolitano antes de la inconstitucional pregunta.
Por fortuna, la vigencia de las corridas de todos se consolidó y afianzó en la mayoría de cantones y ciudades tradicionalmente taurinas, mismas que vieron incluso acrecentar la afición y la calidad de sus ferias taurinas. Riobamba, Ambato, Latacunga, ganaron en la relevancia de sus temporadas; y lo más siginifcativo se dio en muchas localidades medianas y pequeñas como Mocha, Tanicuchí, San Miguel de Bolivar, y tantas otras, que veían entusiastas la presencia sin precedentes de figuras internacionales hacer el paseillo en sus alberos. La intención de eliminar el toreo en el Ecuador fracasó por completo.
Les salió mal la jugarreta, salvo en Quito. Quito, la ciudad del Primer Grito de la Independencia de la Libertad, cuna de la Libertad de la Nación ecuatoriana, había perdido su libertad lograda con enjundia, sudor y sangre de los quiteños a lo largo de su historia. Y no solo la libertad de elección, sino la libertad de pensamiento, libertad de credo, libertad para trabajar, libertad de elegir, la libertad como un derecho que conduzca a la felicidad y satisfacción espiritual.
La Feria de Quito permitía tantos beneficios para la ciudad. A más del prestigio de ser la mejor feria de América, convocaba a decenas de miles de turistas nacionales e internacionales que llegaban para disfrutar de toros y el ambiente antes, durante y después de la plaza de Iñaquito. Se calculan por decenas de millones de dólares de ingresos al Municipio y al Estado vía impuestos de hoteles que llenaban su aforo, restaurantes colmados para ver espectáculos artísiticos, dignos de una ciudad cosmopolita, el transporte, vendedores ambulantes que no son “pelucones”, sino gente de pueblo, del Ecuador profundo que tiene y gusta de sus tradiciones. Los toreros ejercían su profesión, los ganaderos sostenían sus haciendas que son patrimonio biológico nacional, los campesinos tenían trabajo.
Jóvenes y no tan jóvenes, taurinos y no taurinos hacían de los exteriores de la Plaza de Iñaquito un lugar de fiesta y algarabía, bien controlada por la Policía. La ciudad se prendía de luces, color, emoción y buena vecindad. Ahora, vemos a Quito venida a menos. Es una ciudad mustia, sin alma, ni tradiciones, ni identidad. La pandemia más grave que Quito ha enfrentado en los últimos años no es la provocada por el covid-19, sino por el odio, ignorancia y el abuso dictatorial de la política populista y revanchista que provocó violaciones a los derechos humanos como ésta. Pero hay solución y hay que actuar ahora, la Corte Constitucional, en derecho y fiel a los preceptos constitucionales, debe resolver declarando inconstitucional, ilegítima e improcedente la malhadada pregunta sobre la vigencia de las corridas de toros.
Un derecho no se consulta, se lo respeta. Quien no gusta de los toros, pues que no vaya, como quien no va a los estadios de fútbol, a torneos de artes marciales mixtas, al boxeo, al cine, o cualquier otra cosa. El libre albedrío de las personas no se puede condicionar y conculcar. Por excelencia, el ser humano nace libre, y la dictadura de las mayorías populistas no tienen el derecho a denostar la libertad de trabajar, la libertad de elegir y la libertad de amar lo que uno ama. El toreo es una manifestación artística completa y de profundo sentido humanista, pues ama la vida y al centro de la fiesta, que es el toro, al que se lo respeta, admira y protege. Con él, el torero danza por la vida, jugándose ambos la muerte, como parte de la vida misma. Viva el arte, viva el torero, VIVA QUITO LIBRE Y TAURINO.
Morenito de la Reina
Toros Ecuador