“Que se den prisa en llevarme
al hospital porque me estoy muriendo”, fueron las últimas palabras del
torero de origen vasco (Orduña, Vizcaya,
1980), luego de haber recibido una cornada en el costado derecho, la
tarde del sábado 17 de junio, en la localidad francesa Aire – Sur –
l´Adour, al suroeste del país galo.
Fandiño
salió al quite del toro de la ganadería de Baltazar Ibán , que
correspondía en suerte a su compañero de terna Juan del Alamo. Con
mucha mala fortuna ha tropezado enganchado en su capote, quedando
expuesto ante el toro, que lo ha levantado del suelo y clavado el asta
derecha en el cuerpo del torero en desgracia. Su cuadrilla y otros
compañeros lo alzaron y llevaron a la enfermería. Desde ese momento, se
abre otra parte de la historia.
El
doctor Poirier, que iba con Fandiño en la ambulancia, confesó que fue
imposible salvarle la vida: “El torero presentaba en el abdomen tres
litros y medio de sangre negra, proveniente de las glándulas hepáticas,
señal que el hígado había reventado a causa de la cornada, que también
rompió la vena cava, lo que le produjo un severo derrame
interno”…”Cuando entró a la enfermería ya lo hizo prácticamente sin
pulso. Era imposible tomarle la tensión arterial de lo débil que la
tenía. La muerte era instantánea. Era imposible hacer nada por él. Ni en
la enfermería de la plaza ni en el hospital hubiera habido forma de
salvarlo”.
Qué
doloroso es tener que reseñar la muerte de un torero, más aún si se
trata de un figura de la tauromaquia, muy cercano y querido por la
afición ecuatoriana y para quienes hacemos Toros Ecuador. Triunfó en
Quito, Ambato y Riobamba, Lo hizo en toda la América taurina también.
Ecuador se volvió su país favorito por la gloria del triunfo en las
plazas, y el cariño de la gente.
Fue
el último ídolo de la Plaza Las Ventas, de Madrid, hasta que arriesgo
todo, encerrándose con 6 toros de ganaderías duras. Fracasó en su
intento y la afición no le perdonó. Tuvo entonces que recuperar su
cartel, debiendo torear hasta en plazas de segunda y tercera categoría,
con la misma entereza y honestidad que caracterizó toda su carrera de
torero. Fue fiel a sus principios, y en su criterio, no quiso
prostituirse y acomodarse a un sistema manipulado, por lo que la gloria
que alcanzó en muchas tardes, la hizo a pulso y puro esfuerzo propio,
toreando con su estilo, lleno de verdad, sin ventajas que sí se ven en
“otras figuras” del toreo.
El
cronista español Antonio Lorca dice hoy: “Iván Fandiño fue uno de los
verdaderamente grandes. Es muy lamentable reconocerlo ahora que su
cuerpo carece del pálpito de la vida, pero es así….fue figura a pesar
del sistema: desde la libertad y la independencia”.
Iván
Fandiño, el recuerdo imperecedero quedará en nuestros corazones y
retinas que vieron tu arte pletórico. Igualmente, nos enriqueciste con
tu amistad y siempre amable postura; sobrio, profundo y valiente
artista. Hasta siempre torero. Hasta siempre tu arte. Ya eres eterno.