“Magníficas faenas de José María y Galo Plaza en el Festival Taurino de ayer.
A la hora del despeje los tendidos
ofrecían un aspecto poco halagador, sin embargo, como en las tardes de
la feria, menudeaban los aficionados de sombrero ancho, los puros, las
botas de vino y para que nada faltase, un grupo de guapas chiquillas de
la Peña ‘La Macarena’ lucía la gracia del atuendo sevillano.
…
Buen sabor de boca dejó en los
tendidos. Galo Plaza recibe al segundo de la mañana, un novillo negro de
fea cornamenta, con las verónicas más toreras que haya dado un
aficionado. Sí, lo dicho y sin perdón a nadie, pues eran tan buenas que
las hubiera rubricado tranquilamente una figura del toreo. Que lo digan
quienes lo vieron.”
Este es un extracto de una nota de
prensa publicada por EL COMERCIO. La escribió don Humberto Jácome Harb,
el 18 de marzo de 1965. Así como ayer, hoy, el aficionado taurino vive,
piensa y escribe desde la arena. Desde esa superficie de pálido amarillo
donde el torero sigue siendo el héroe mítico de una fiesta en la que el
músculo más fuerte es el corazón. La tauromaquia es un festejo, en
donde el toro, al igual que su rival, es protagonista, figura y, a
veces, villano. Es un teatro de violencia estética, un acto de fe que se
hace y se dice.
Noviembre es el mes del “mano a mano”.
En Latacunga, los hierros de Huagrahuasi y Triana saldrán al ruedo junto
a los maestros Enrique Ponce, David Fandila, “El Fandi”, Sebastián
Castella y Andrés Roca Rey, exponentes de primera línea del calendario
taurino mundial.
Enrique Ponce es un torero de la hermosa
tradición de aquellos que como “Joselito”, Marcial Lalanda o Luis
Francisco Esplá, han evidenciado más su dominio sobre los toros que la
íntima calidad artística de su toreo.
La plástica de su toreo es fina y
delicada, y su valor, sereno y riguroso. Hablando en plata: es un torero
académico, caro, y su preferencia por el muleteo “derechista” es el que
le permite llevar con suavidad a los toros tardos; su temple y su
silencioso poder en muleta son el signo de su identidad.
Sebastián Castella a lo suyo. Inicia las
faenas con uno o varios pases de péndulo en el centro del ruedo. Luego
traza un toreo clasicista, que suspende, si percibe que el toro no tiene
una embestida franca. Ahí es cuando, siguiendo las huellas de maestro
Dámaso González, se mete entre los pitones del burel y ensaya la suerte
del péndulo, quitando al toro la muleta de la cara, moviéndola de
izquierda a derecha, provocando la ansiedad en los tendidos. Artista y
creador. Hay que ver lo que hizo, cornado, con “Seda de Oro” en el
setenta aniversario de la Monumental Plaza de Toros México el pasado 5
de febrero.
El tercio de banderillas encuentra su
par con El Fandi. David Fandila, al igual que Vicente Ruiz “El Soro”, en
su tiempo, es, con sobra de méritos, el mejor banderillero del mundo.
Su exultante deportividad, su conocimiento de los terrenos y su buena
colocación, han hecho de la moviola, del molinillo, y del violín un
espectáculo electrizante y demoledor. El Fandi es un torero de “masas”
que gusta en todas las plazas que visita. Corta orejas y triunfa, y para
ello, no es suficiente con el don que posee para colocar de los
rehiletes, el granadino lo sabe y lo demuestra con su toreo de muleta,
de ejemplar reposo y gusto.
De tradición familiar torera, Andrés
Roca Rey surge con una personalidad impactante. Con las zapatillas
atornilladas a la arena, la quietud es su esencia. No perdona un quite.
De salida, recibe al toro en los medios con el capote echado a la
espalda, gesto de mucha valía, que se eleva cuando su enemigo no tiene
suficiente fijeza. La combinación de tafalleras, gaoneras y faroles
acompañan su toreo de capote. Con la muleta planchada saca pases largos y
vistosos. Estatuarios escriben sus tardes.
Viendo al toro (desde la arena):
Junto a José Ortega y Gasset: “Pero
la furia en el hombre es un estado anormal que le deshumaniza y con
frecuencia suspende su facultad de percatarse. Mas en el toro la furia
no es un estado anormal, sino su condición más constitutiva en que llega
al grado máximo de sus potencias vitales, entre ellas la visión” (La caza y los toros).
José Javier Villamarín