La tarde de este jueves dos
de junio el matador de toros mexicano Rodolfo Rodríguez “El Pana”
falleció por causa de un infarto fulminante, debemos recordar que el
diestro de Apizaco, sufrió una grave voltereta el pasado primero de mayo
en la localidad de Lerdo en Durango México, que le causó una grave
lesión cervical que le dejó cuadripléjico y prácticamente con vida
artificial por varios días.
El recordado matador de toros de 64 años
de edad no pudo recuperarse de este grave percance, que lo tenía
postrado en el lecho del dolor y su corazón no aguantó más y partió a la
vida eterna, convirtiéndose en una leyenda ya por lo que dejó en los
ruedos, un verdadero personaje de la fiesta brava, el torero del pueblo,
polémico, irreverente, dueño de un carisma inigualable, hoy ya
trascendió a un estado de inmortalidad, donde habitan los elegidos.
Diez años de figura
La mayoría de la afición conoció a El
Pana tras su “despedida” en la plaza México llevada a cabo un lejano ya 7
de enero del 2.007, le cuajó una faena inolvidable al toro “Rey Mago”
de Garfias, faena que lo catapultó a seguir toreando hasta el año 2.016.
Uno de los trincherazos de esa tarde, fue plasmado en un monumento para
la posteridad.
El Pana tuvo una carrera dilatada y
turbulenta, tomó la alternativa en el año de 1.979, pero en sus últimos
diez años disfrutó de la gloria y del cariño de la afición, por donde
toreaba, fruto a su carisma y particular estilo de torear se llevó el
aprecio y cariño de los aficionados.
El Pana en Ecuador
Llegó al Ecuador precedido de su fama,
la Plaza de Toros Belmonte de Quito y la Vista Alegre en Machachi
acogieron el toreo del último romántico, inolvidable el ingreso a la
plaza Belmonte en carruaje, en una noche mágica en donde salió a hombros
junto al matador Javier Conde. No se cansó nunca de tomarse fotografías
con la afición, de estrechar su mano, de firmar autógrafos, cayó de pie
ante la afición quiteña, desbordando simpatía a raudales.
En Machachi nuevamente se robó el show,
compartió cartel con el diestro ecuatoriano Guillermo Albán y el matador
de toros español Eugenio de Mora, volvió a llevarse los aplausos y la
admiración de la afición presente que no se cansó de aplaudirlo, una
tarde para el recuerdo a pesar que no salió en hombros.
Hoy ya el torero de Apizaco ha dejado
este mundo material para trascender al mundo de las leyendas, murió el
cuerpo pero el alma ya está en la gloria, y fue a su manera, haciéndose
esperar, como lo hizo en ese paseíllo inolvidable de la plaza México,
con ese paso lento, cansino, diferente, esa figura añeja y señera, con
el puro en su boca, así imaginamos que abrió la puerta grande de la
eternidad, que descanse en paz maestro.